El pensar

El pensar. ¿Por qué es tan importante para un pedagogo o pedagoga?

El pensar es una reflexión, una opinión de lo que tenemos que hacer los pedagogos y pedagogas en esta profesión que cada día es más compleja. Cuando estamos inmersos en la carrera, los profesores y profesoras universitarios no paran de decirnos que nosotros seremos los que cambiaremos la educación.

Cada uno en su ámbito nos explica que es importante un cambio. El profesor de didáctica que tenemos que cambiar la forma de programar, la profesora de tecnología educativa que debemos aplicar las TIC en educación. Luego tenemos al profesor de políticas educativas, diciéndonos que en nosotros esta la clave para que las políticas mejoren.

En definitiva, cuando estamos cursando el grado de pedagogía nuestra cabeza nos dice que cambiaremos el rumbo de lo que conocemos por educación. Creo que algo por el estilo ocurre cuando se estudia los magisterios.

Sin embargo, cuando salimos de la universidad, nos va a acompañar un acto durante toda nuestra vida profesional. El pensar. Pero no el pensar en las musarañas, es el pensar con total dedicación a la pedagogía.

El pensar del pedagogo es diferente al pesar del psicólogo o del filósofo. Para el psicólogo el pensar es ver que le pasa a una persona y por que reacciona así. En el filósofo, el pensar es teorizar sobre las cosas que pasan y por que pasan.  

Para el pedagogo en cambio. El pensar es buscar la manera de que todo salga a la perfección. Que los procesos educativos tengan el mayor de los éxitos. El pensar por que unas cosas pasan de esta manera y como interactuar con ellas. Hacer lo que conocemos por investigación-acción.

Apartados de la publicación
  1. El pensar libremente.
  2. El pensar en el siglo XXI.
  3. Reflexionar sobre nuestra práctica.

El pensar libremente.

Pensar el sonido de Samuel Larson Guerra, es un claro ejemplo de como el pensar esta en todos lados. En el cine se piensa cada escena, que se va a hacer y como se va a interpretar. Los sonidos son importantes porque expresan emociones para el espectador.

En pedagogía tenemos que pensar igual. El pensar del pedagogo o pedagoga es libre. Institucionalmente hablando, por todos lados nos ponen leyes, nos limitan, nos dicen que podemos y que no podemos hacer. Quieren que sigamos unas normas de unas personas que saben de educación muchísimo menos que nosotros.

El pensar libremente nos libera de estas cadenas. Como pedagogos podemos innovar, podemos generar nuestros recursos e incluso podemos cambiar la realidad de una clase. Pero tenemos nuestras limitaciones. Por ello, tenemos que reflexionar siempre sobre nuestra práctica. Que ha sido lo que ha funcionado y que ha sido en lo que hemos acertado.

Debemos tener en nuestra cabeza que hace que una persona este motivada para aprender lo que les enseñamos. El pensar nos lleva a descubrir que puede tener un niño que muestra dificultades en diferentes áreas vitales.

Reflexionar nos hace descubrir que contenidos pueden ser más importantes para un grupo de niños y niñas. Aunque nos limiten para abrirnos al resto del mundo, podemos ser la influencia positiva en un reducido grupo.

El pensar nos hace libres. Nos da la fuerza para luchar por una persona que desea aprender. Da igual la edad o sus condiciones. El pensar del pedagogo hará que todos los que queramos aprender sobre algo, lo consigamos.

El pensar en el siglo XXI.

El siglo XXI está siendo difícil para nuestra profesión. A pesar de que cada vez tenemos más salidas profesionales, el intrusismo laboral es cada vez mayor. Piensen por ejemplo en la orientación escolar. Instituciones privadas y publicas cada en mayor medida están contando con psicólogos para ocupar el puesto.

Para el pedagogo o pedagoga esta siendo cada vez más difícil encontrar un hueco en esta sociedad del siglo XXI. Y no es porque no seamos útiles, es porque nuestra profesión se ha diversificado tanto que tenemos que desarrollar otras estrategias.

Por ejemplo, actualmente no somos tan importantes en la escuela, pero estamos cobrando especial importancia en la educación no formal. Aunque históricamente nuestros pensamientos han estado en la escuela primaria y secundaria, ahora debemos pensar en los más mayores.

El pensar en el siglo XXI se enfoca hacia la educación de los adultos. Actualmente, aunque es complejo, debemos enseñar a los mayores a aprender. Es muy difícil que puedan hacerlo de una manera idéntica a la que lo hacen los más pequeños, pero nuestra labor es conseguirlo. Talleres de informática, de cerámica, de bailes, etc. No son labor del pedagogo o pedagoga en sí, pero si indirectamente conseguir que haya un cariz de aprendizaje y ocio es algo en lo que tenemos que pensar.

En nuestros tiempos es complejo, pero como pedagogos y pedagogas tenemos que pararnos, tomarnos un tiempo para nosotros y nosotras y pensar sobre nuestra práctica.

Reflexionar sobre nuestra práctica.

Si el corazón pensara dejaría de latir, esta frase siempre nos ha revoloteado por la cabeza. Pensamos con el cariño que queremos profesar a las personas que tenemos en el día a día. Nos gustaría que fueran los mejores en el futuro, o que disfrutaran de lo que hacemos en la actualidad.

Como pedagogos, tenemos que tomarnos un ratito al día, ya sea por la noche contando ovejitas, cuando salimos del acto de enseñanza aprendizaje, o incluso mientras comemos. Cada persona es diferente, y tener un ratito con nuestro yo interior es lo más importante.

Hablar con nuestro yo interior es algo sano. El pensar no se consigue si no se habla con nuestro yo interior. No estamos diciendo nada raro, ni pensamos en magias ni en el chi, ni en cosas por el estilo. Simplemente decimos que todos tenemos un yo interior que es el que nos ayuda a tomar las decisiones. Y no es un ser diferente a nosotros, ya que somos nosotros mismos. Es un ser que piensa las cosas para si mismo.

Los pedagogos tenemos que estar acostumbrados a hablar con él. Cuando hacemos algo mal es el primero que nos hace reflexionar, pero según nuestra autoestima, también será el primero que nos de una solución para hacerlo mejor la próxima vez. Lo mismo ocurre con un diagnóstico. Cuando sabemos que, a una persona, generalmente niños o niñas, tiene alguna dificultad, nuestro yo interior nos hace reflexionar sobre posibles diagnóstico y nos ayuda a decidirnos por el mejor.

Es lo que diferencia al ser humano, el ser capaz de pensar, y por ello los pedagogos somos los que más tenemos que hacer uso de esta herramienta que nos ha dada la vida. Somos los encargados del pensar para ayudar a hacer pensar.

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