Pedagogía del duelo es un término del que se habla muy poco. En la teoría y práctica educativa contemporáneas, a menudo se pasa por alto el papel integral de la memoria, la experiencia física e incluso la pérdida del aprendizaje. Estamos a favor de una comprensión más holística del aprendizaje, desafiando la visión tradicional de que el conocimiento es un proceso puramente cognitivo e intelectual.
El concepto presentado aquí, denominado «residuo táctil», introduce la noción de conocimiento incorporado, una idea que ha sido explorada por varios filósofos y académicos, como Merleau-Ponty en su fenomenología del cuerpo.
Se propone una reevaluación de la «pérdida de aprendizaje», proponiendo en su lugar considerar la «pérdida como aprendizaje». Este enfoque plantea que las brechas en el aprendizaje no son espacios vacíos, sino que están llenos de experiencias únicas e incorporadas que tienen el potencial de contribuir a una comprensión más profunda y rica del mundo.
Para integrar esta perspectiva en la educación, es necesario un cambio de énfasis de los resultados de aprendizaje estandarizados a las experiencias de aprendizaje individuales. Esto requiere la creación de espacios educativos que fomenten la integración total de las experiencias e historias únicas de los alumnos.
Además, la adopción de la idea de «pérdida como aprendizaje» conlleva el reconocimiento y la validación del papel de las experiencias difíciles en la formación del ser. Esto implica un alejamiento del enfoque actual en la eficiencia y la productividad, hacia un enfoque más compasivo que valore la vulnerabilidad, la resiliencia y el crecimiento personal.
Contexto
En el contexto de las pérdidas y desafíos globales que han surgido debido a la pandemia, la importancia de considerar la pérdida es particularmente relevante. Es probable que este enfoque resuene en muchos educadores y aprendices, y podría servir como catalizador para conversaciones significativas sobre cómo se pueden hacer los espacios educativos más inclusivos, compasivos y reflejativos de la experiencia humana compartida.
El presente trabajo aporta de manera significativa al campo de la pedagogía fenomenológica, ofreciendo alternativas reflexivas a las prácticas actuales y desafiando las ideas convencionales sobre el papel de la pérdida en el aprendizaje. Al final, plantea la necesidad de hacer un lugar para el duelo en nuestra pedagogía, una propuesta que va en contra del modelo educativo neoliberal actual, donde no se hace espacio para la pérdida.
El presente de la pedagogía del duelo
A lo largo de la última semana, ha sido notoria la presencia de espectros en la vida y los pensamientos de la sociedad. Recuerdos de individuos y momentos pasados, entidades que ya no forman parte de nuestra existencia, personas que han dejado de existir y pérdidas que, a pesar de todo, generan oportunidades de aprendizaje para el ser contemporáneo y futuro.
El análisis de la etimología de la pérdida revela una fascinante conexión con la idea de disolución, una relación que proviene del antiguo inglés. Es ineludible notar cómo este marco de la disolución – el impulso de diluirnos, de ajustar nuestros límites a los sistemas, a la IA, a las normas no escritas y no dichas de cómo comportarnos en ciertos espacios que refuerzan una visión neurotípica del mundo – permea el entorno educativo.
Aquellos individuos que logran mayor «éxito» son los que pueden disolverse más fácilmente en el sistema, aquellos cuyas identidades no acarrean un «residuo táctil» demasiado pesado. Se nos insta, con una inquietante alegría, a perdernos en los sistemas, sistemas que se niegan a reconocer nuestra pérdida. Se nos exige continuar, volver a la normalidad, seguir adelante, ignorar el residuo táctil que raspa nuestra piel y recordarlo de todas las formas posibles. No hay pausa, solo la orden de disolvernos, de conformarnos.
Argumentación sólida de la pedagogía del duelo
Se plantea una argumentación sólida en este panorama: en nuestras pedagogías es imperativo hacer un lugar para la pérdida. Este planteamiento se enfrenta totalmente a lo que la Educación Superior neoliberal defiende.
La educación, tal y como se conoce hoy, carece absolutamente del concepto de pérdida. No existe la voluntad de realizar check-ins. No se contempla descargar sentimientos en aplicaciones. Estas proveen guiones escritos por IA. Estos guiones, supuestamente, están destinados a apoyar nuestra salud mental. En los programas de estudio, la pérdida no tiene lugar.
Las políticas de Recursos Humanos dictan los límites para el duelo y la pérdida. No se ve como útil recordar lo que se ha perdido. Esto no encaja perfectamente en los resultados y objetivos de aprendizaje. Se percibe como una pérdida de tiempo pensar en la pérdida, hacer espacio para ella.
Debemos plantearnos una pregunta inquietante, sin embargo. Se ha perdido tanto por el tiempo, la falta de cuidado, el individualismo y el capitalismo. ¿No sería fundamental honrar lo aprendido a partir de esa pérdida? ¿No deberíamos evitar seguir como si nunca hubiera sucedido?